Konichiwa lectores, han pasados por lo menos 20 años desde que el anime llego a nuestras casas, y durante esos 20 años han pasado muchas cosas en vuestros países. Tal vez los más jóvenes no lo recuerden pero los que tenemos más de 20 años diremos que no fueron exactamente “los años maravillosos”. Sin embargo, una de las cosas que si formaron parte de nuestra infancia fue el anime que apareció de repente.
Económicamente hablando en América Latina y otros países hispano hablantes, durante los 80’s estábamos muy mal, pero durante los 90’s empezamos a recuperarnos. Así que muchos empezamos a copiar el estilo de vida “norteamericano”, ya sea desde centros comerciales, comidas, costumbres, tecnologías y por supuesto, la televisión.
Mientras los dibujos animados empezaron a llegar a nuestro país, algunos animes fueron colándose entre ellos, terminando en nuestras pantallas de nuestros televisores; sin embargo, ¿El anime hubiera podido sobrevivir en la situación económica por la que estábamos atravesando? ¿Nuestra situación era tan mala que en el extranjero nos veian con malos ojos? ¿La piratería permitió que el anime se reprodujera más rápido? Veamos más de cerca que elementos
Durante el tiempo en que el internet era algo de otro mundo, las compañías internacionales encargas de diseñar la programación de las televisoras tenían (y aun lo tienen) entonces a su alcance series de alta calidad, que habían pasado por un doble filtro: en una primera instancia, estaban basadas en historias y personajes de manga con suficiente éxito como para haber sido adaptados en anime. Adicional mente podrían comprar las series más populares (con mayor audiencia), que habían pasado la prueba de fuego con el público, a un bajo precio. Y es por supuesto que mucha gente quería subirse a este nuevo negocio, especialmente el sector informal.
En ese entonces, piratear era más difícil de lo que parecía ya que solo se limitaba a algunos productos y películas. Hasta que llego el néctar de los dioses en forma de fibra óptica: el internet. Y solo con eso la publicidad del anime creció tanto como los casos de violación de derechos de autor.
Pero pese a este levantamiento de popularidad, muchos canales no lograron pasar completas muchas de sus series, o las cancelaban. Dejándonos con un muy sabor en la boca y nos volvimos locos buscando cualquier cosa que nos siguiera mostrando ese vivido mundo de animes. No nos importaba si era original o no, lo comprábamos, hasta que llegamos al punto lucido en que empezamos a escuchar “La piratería daña la industria”.
Estos hechos nos pusieron contra la espada y la pared, queremos contribuir con lo que nos gusta y tener mas para ver; pero si no lo hacemos de la «manera correcta»; nos tacharían de «malos tele videntes». Si es legal, es ético; y si ¿No es legal, no es ético? Y esto desemboca en muchas situaciones como las paginas de animes que utilizan que se benefician de los fansubs que trabajan por el amor a sus series o de los grupos de otakus «legales» que atacan a los otakus «piratas», y una bola empujo a otra.
Pongamos el caso hipotético en que no hubiera existido la piratería. De ser así, las televisoras solo pondrían programaciones a medias, tardarían bastante en actualizar las series (Si con la piratería los animes reciben poca atención por los canales, la idea de hacer una programación de 24 horas de animes sería algo lejano), muy poca gente tendría acceso a los precios de los productos orientales ya que su precio estaría elevadísimo sin la presión que les genera la piratería (y por ende los círculos sociales de dichos productos de serían más pequeños y concentrados), es posible que los precios de dichos productos se varíen de precio desciendan de precio muy poco o nada (Si bien las series que son compradas por las televisoras occidentales son baratas y se dieran cuenta en el gran mercado que son los animes, las empresas japonesas decidirían aumentar el precio de sus series para sacarles más jugo a sus productos). En esta última suposición, habría que considerar los consorcios de las empresas que manufacturan los productos de las series como Hasbro; y todas ellas son internacionales. Con tales desventajas económicas, las empresas lo pensarían mucho más antes de invertir en lo que aun la sociedad sigue llamando (con piratería o no) “dibujitos para niños”.
“La piratería daña la industria”, pero “lo que te no te mata, te hace más fuerte”. No apoyo la piratería pero tampoco puedo negar todo lo que hizo.
Resumiendo:
- Punto del publico en general: «La bolsita» es necesaria y todos alguna vez la cogieron.
- Punto de vista de los Autores: Puede generar publicidad, pero también puede ser perjudicial.
- Punto de vista de la empresas de animes: Es competencia dañina.
- Punto de vista del Otaku general: ¿Podríamos estar como estamos sin el anime del bolsita? Sin duda, no. Pero no cambiaría los buenos momentos que pase por alguna serie que disfrute, aunque tal nuestro primer encuentro no es considerado «legal».
Si bien podemos ver series de anime por internet, esto nos permite reconocerlas y atribuirlas a un plano económico. Si te gusta verdaderamente algo, lo vas a terminar comprando ya que te importa. Pero esto no quiere decir que por que tengas debas sentirte muy superior de alguien que tiene un solo productor original de ti que poseas toda la mercancía de dicha serie. Cada quien es único y tiene su forma de amar. Una vez me preguntaron: “¿Qué es más grande: su fanatismo por el anime o su tacañería por sus gustos?” Mi respuesta fue: “Compraría el dakimakura de Touwa Erio a la primera oportunidad que vea hasta que las empresas ideen una manera para mejorar sus metodologías de ventas”.
Por lo que les digo esto a los empresarios de anime de parte de los otakus que quieren acceder a sus medios.
Nosotros “no somos un cero a la izquierda”, nosotros “somos un público con potencial”.
Espero que les agrade esta reseña, dejen sus comentarios, solicitudes y críticas. Nos veremos hasta la próxima reseña.