Podría decir con facilidad que esta es una de mis películas de animación predilectas, aun cuando tengo muchos reparos frente a la animación desfasada (es decir: anterior al siglo XXI). No, no soy un amante de los animes de los años sesenta, setenta, ochenta y noventa, quitando escasas excepciones. «La princesa Mononoke» o “Mononoke Hime” es una de esas excepciones, junto a muchas de las películas de su director.
Es una película bastante afamada, especialmente entre aquellos que gustan de los films o las series animadas, pero también incluso en aquellos que no sienten especial predilección por éstas pero que, aun así, han podido disfrutar con alguna que otra animación de este estilo en su infancia. «La princesa Mononoke» es una de esas películas de la infancia, sin lugar a dudas; no en mi caso, pues yo la vi por primera vez hace menos de un año (y ya la he repetido un par de veces), pero sí en muchos otros de los que tengo conocimiento. Sin embargo, desde mi punto de vista, esta no es una película al alcance de la compresión de un niño.
El prejuicio con el que solemos vincular la animación a algo más «infantil» e «inmaduro» nos hace pensar que este tipo de películas están hechas para niños, mas este argumento carece de fundamentación lógica más allá de la costumbre o la reticencia del ser humano para aceptar lo «novedoso». En definitiva, voy a dejarlo claro de nuevo: esta no es una película al alcance de la comprensión de un niño. Cuando quedamos inmersos en los mares de una obra de ficción, ya sea un libro, una serie, o una película, siempre podemos hacer diversas interpretaciones de aquello que se nos presenta: algunas más superficiales y otras más profundas. Los niños, con el intelecto aun poco desarrollado, carecen de los conocimientos, la sabiduría y la analítica para desmenuzar cualquier tipo de obra que contenga un mínimo de significado «subliminal» o, por lo menos, que no sea expuesto de manera directa, clara y concisa. Claro, hay series hechas especialmente para el público infantil, con temáticas simples, un fin educativo que haga llegar mensajes y valores sin demasiados problemas y que despierten en la criatura un interés que les permita sumergirse en la temática y aprender de ella. Mas es menester del adulto o del adolescente, en definitiva de alguien con una capacidad de análisis considerable, el enfrentarse a una obra como la presente o como la de muchas que nos pueda entregar este director y el estudio que tan diestramente le representa.
Datos Generales
Antes de empezar con el verdadero análisis introduciré con brevedad al director y ese estilo tan propio con el que disfraza todas y cada una de sus obras. Podríamos definirlo con una palabra: fantástico, tanto en la acepción que hace referencia a cualquier elemento irreal que quede inmerso en un mundo de fantasía como en lo pertinente a una calidad (temática, musical, artística en su conjunto) sublime. A partir de trabajos anteriores como «Mi vecino Tororo» o «Nausicaa del valle de los vientos», Miyazaki ya había dado a ver al público estas características: sus películas siempre estaban protagonizadas por un gran número de personajes ajenos a la realidad, criaturas fantásticas que aun así dotaban a cada segundo del film de una inocencia y una belleza única e intransferibles; lo mismo se podía aplicar a esos inmensos y bellos paisajes, los escenarios tan abundantes en naturaleza, tanto que parecían nacer a partir de ella con la más absoluta naturalidad posible. De este modo, con elementos de este talante, las historias de Hayao también entran en el ámbito fantástico, pero no se sumergen con él en su totalidad si no que son tan diestras y hábiles que unen nuestro mundo y el suyo. En otras palabras: a través de ellas podemos ver todo tipo de conflictos, problemas o realidades de nuestro propio mundo, de nuestra realidad, pero tratados desde una perspectiva del todo diferente que nos hará plantearnos más de una cosa. Todo ello sin dejar de forzarnos esa inocente sonrisa en el rostro, ahora y siempre.
«La princesa Mononoke» es, en definitiva, una de las obras culmen de este artista. Hay muchos factores que lo secundan, como podrían ser los paisajes, la música, el perfecto ritmo narrativo (ni demasiado rápido ni tampoco excesivamente denso), etc, pero desde mi punto de vista todo esto queda sepultado bajo la magnificencia y la grandiosidad de dos pilares fundamentales de la obra: la ambientación y la temática, que a pesar de ser dos elementos dispares en apariencia en nuestro caso presente se entrelazan de tal forma que resulta difícil diferenciarlos. Pero en adelante trataré de hacerlo para comprender cuanto mejor se pueda mi punto de vista analítico.
Sinopsis
A grandes rasgos, la historia trata sobre el viaje de un joven príncipe de una tribu cuasi extinta, cuyo nombre es Asitaka. Asitaka vive tranquilamente en el territorio este del archipiélago japonés, donde habían sido expulsados desde que el emperador decretó su exilio. Sin embargo un fatídico día, sin conocimiento de causa alguna, reciben el ataque de un extraño «demonio» que amenaza con destruir su aldea y a su tribu. Para protegerlos, Asitaka ha de luchar contra la criatura, que resulta ser nada más que un gigantesco jabalí (de tamaño antinatural) poseído por una extraña esencia de oscuridad y maldad. Asitaka logra abatir al animal con destreza y voluntad, pero no puede evitar ser herido por el mismo y, consecuentemente, es maldecido al contacto con la oscura materia que emana el cuerpo del malvado enemigo, la cual deja una oscura cicatriz en su brazo (lugar donde le hirió). Tras ser estudiado por la anciana del pueblo, una sabia adivina, Asitaka es advertido de que la cicatriz de su brazo se irá expandiendo por el resto de su cuerpo, y que finalmente acabará por matarle. Para descubrir si tiene alguna posibilidad de luchar contra este fatídico destino, Asitaka habrá de ir a las tierras del oeste, de donde parecía provenir el malvado jabalí, y descubrir por su cuenta el medio para salvarse y curar su mal. De este modo, Asitaka deja su aldea y se encamina hacia un largo viaje, en el que conocerá todo tipo de criaturas sobrenaturales: dioses animales, grandiosas y extrañas criaturas, y sobre todo aprenderá de la debilidad y el egoísmo del espíritu del ser humano.
Análisis
1- Temporal
La historia narrada en la película nos ubica espacial y temporalmente con relativa claridad. No se nos dan las coordenadas concretas, pero a partir de los detalles de la película podemos deducirlos por nuestra cuenta (siempre que tengamos algunos conocimientos previos de la historia japonesa). Nos encontramos concretamente en un Japón feudal, aun liderado por la casta guerrera samurái y los diferentes reinos y conflictos bajo la unificación territorial del imperio. Partiendo de la simple existencia de la casta samurái podemos aventurar que nos encontramos en Japón, como es evidente (único país en el que existieron), y temporalmente, a lo sumo, a mediados del siglo XIX, pues estos guerreros japoneses fueron extintos con la revolución Meiji de la década sexta de dicho siglo (aun con determinadas excepciones). Sin embargo, la presencia de los samuráis en japón se postergó por muchos siglos, por lo que sin más detalles podría sernos difícil el deducir si nos encontramos en el siglo XV, XVI, XVII, XVIII o XIX. Por suerte, hay otro detalle fundamental que nos facilita la aproximación temporal, y este no es otro que la presencia de armas de fuego. Aunque originalmente las armas de fuego en japón fueron introducidas por los estadounidenses, que en este contexto no tienen nada que ver, esto ocurrió en el siglo XIX, por lo que habremos de decantarnos por esta fecha y tomarla como ubicación temporal.
Temática y personajes
Literalmente, esta película es una «oda a la naturaleza». ¿Qué quiero decir con esto? El papel de la madre natura aparece de principio a fin, hasta tal punto que se convierte en un personaje presente constantemente, omnipresente, de principio a fin de la historia narrada. Es la madre naturaleza el origen del conflicto, el origen de esa lucha eterna en la que se basa la historia que nos concierne: una lucha del ser humano por ser dios omnipotente del mundo terrenal y llevarse por delante a todo aquello que desee, sin importarle las consecuencias más allá de sus propios objetivos. Pero esta no es más que una de las vertientes del ser humano, pues la complejidad temática nos da para la misma raza tres formas diferentes de ver el mundo, tres puntos de vista, ideologías y creencias que entran en conflicto para dar lugar a la lucha fatal. Para hablar de eso entraremos en la descripción de los personajes.
En la película encontramos tres tipos de personajes bien diferenciados y caracterizados por su relación respecto a la raza humana o a la naturaleza:
-Por una parte Asitaka y sus semejantes (su tribu), los cuales parecen encontrarse en un punto intermedio entre lo humano y lo natural; ellos son, como es evidente, seres humanos que conviven de una forma más o menos semejante a la de los de su raza, sin embargo son respetuosos con la naturaleza y mantienen un trato de «equilibrio» con la misma, por lo que no podemos decir que sean parte del conflicto ser humano-naturaleza. La única relevancia de este dato recurre a que Asitaka toma esa posición en el conflicto, y es la que defenderá hasta el final de la historia, sin mostrarse de forma clara en contra de la naturaleza o en contra de la raza humana, simplemente quiere que ambas convivan en paz y sintonía. A pesar de ello, parece mostrar un claro deseo por defender tanto a la naturaleza como a Mononoke (que como veremos, es la humana aliada de la naturaleza), aun sin oponerse a los otros humanos, al menos de manera agresiva.
-En segunda instancia nos encontramos a los humanos, combatientes que quieren prosperar económica y materialmente, y para ello necesitan llevarse por delante a su enemigo natural: la naturaleza (válgame la redundancia). Atentan contra ella y contra sus defensores, matándolos sin miedo ni arrepentimiento, en nombre de sus aspiraciones y deseos de futuro. Estos personajes representan a la perfección la preponderancia del ser humano frente al resto del mundo, cómo creemos ser los «reyes del mambo» cuando no somos más que unos inquilinos de el grandioso planeta que habitamos. Estos deberían ser descritos como los antagonistas principales de la película, mas sin embargo no ocurre de tal modo, o al menos no en términos absolutos. Miyazaki muestra en estos personajes un gran espíritu humano, de solidaridad, bondad en algunos casos y cooperación. No son seres arrogantes y egocéntricos (al menos individualmente), sino que se preocupan unos por otros y se ayudan mutuamente para seguir adelante. Esto no hace más que recalcar su imposición frente a la naturaleza y deja entre ver el como la consideran inferior a ellos mismos. El ser humano solo cuida del ser humano, o así lo hace ver, y todo lo que sea ajeno a este sucumbirá bajo sus designios. Hasta tal punto llega esta afirmación que los humanos acaban por retar incluso a aquellos seres que ellos mismos reconocían como deidades, y de este modo despiertan la pena y el mal del mundo, incluso el suyo propio.
-Por último, en tercer lugar, encontramos a los defensores de la naturaleza. Este grupo es el más diverso, interesante y complejo de los tres, según considero, además de la clara «víctima» de la historia. La naturaleza y sus defensores no se muestra como un grupo indefenso, ni mucho menos, es aquí donde Hayao desata su fantásía y nos deja ver el grandioso mundo natural a partir de esa realidad alterna tan diferente a la nuestra. Los animales son dotados de una clara racionalidad, un poder de decisión y actuación propios, de tal modo que casi se les personaliza y se les hace parecer como un grupo más cercano a la raza humana. Ellos son los defensores de la naturaleza, liderados por sus «dioses» o seres superiores, que enfrentan a la raza humana en pos de defender aquello que es suyo (donde ellos viven, su territorio, su casa). Esos dioses, en su conjunto, obedecen a un Dios superior que se hace llamar «Dios del bosque», el cual representa a nada más y nada menos que la madre naturaleza en su totalidad. Es este Dios el que decide sobre la vida y la muerte de cualquiera de sus criaturas, y estas han de defenderlo y morir por él. Sin embargo, estos seres no son los que buscan el conflicto, sino que simplemente defienden lo que es suyo, aquello que el ser humano les quiere arrebatar. A medida que avanza la película entendemos que los humanos son lo más perjudicial que podrían haberse encontrado, pues más allá de su deseo de paz y de vivir su vida sin nada en lo que preocuparse, acaban desarrollando deseos de odio hacia la raza humana, los cuales transforman sus esencias, inicialmente puras, y crean espíritus malditos y podridos, «demonios». Por supuesto, no es por su falta, sin embargo nada pueden hacer ellos para evitar esto, al ser más débiles que sus oponentes se ven obligados a retroceder y verse inmersos en un mundo de dolor que acaba por destruirles casi por completo.
Sin embargo, aun refiriendo al grupo a favor de la naturaleza, hay un personaje que vale la pena mencionar también con gran importancia, tanta como la que mereciera el personaje más importante y significativo de la obra junto a Asitaka: Mononoke. Mononoke es una joven humana que, siendo un bebé, fue abandonada por sus padres. Fue recogida por la diosa de la manada de los lobos, y se crió junto a ella. En consecuencia a esto, ella no vivió como una humana, sino como una loba, y entró en total sintonía con la naturaleza que le rodeaba y acabó por odiar a los de su propia raza (excepto, como se verá al final de la película, a Asitaka). Mononoke lucha durante toda la historia al lado de sus hermanos animales para preservar la naturaleza y defender lo que es suyo, lo que le hará enfrentarse a sus semejantes raciales. Simbológicamente, Mononoke es la representación del deseo de Asitaka, esa posibilidad de que el ser humano viva en paz y armonía con la naturaleza, razón por la que se acaba enamorando de ella, siendo correspondido debidamente. Al final de la película descubrimos, gracias a este hecho, que finalmente se crea un enlace entre la civilización humana y la civilización natural: ambas han sido destruidas casi en su totalidad, pero tanto Mononoke como Asitaka se comprometen a volver a hacerlas resurgir, cada uno ayudando a uno de los dos bandos.
Tal es la agudeza y la imaginación de Hayao, cuyo amor por la naturaleza ha sido demostrado en multitud de sus películas, que es capaz de presentarnos todo esto como si fuera algo ajeno a nosotros, a nuestro mundo, cuando en realidad, si bien no literal y drásticamente, nos encontramos en una situación semejante. De todos es sabido el conflicto que tiene la raza humana con la naturaleza en nuestros días: el problema del cambio climático, la contaminación, la deforestación, la extinción de determinadas razas de animales, etc. Lo que trata de hacer Miyazaki en esta película es hacer una retrospección de lo que somos y hacemos nosotros mismos con la más anciana y sabia de nuestras madres, la tierra. Este tema nos lo presenta desde un punto de vista inocente y atractivo, de tal modo que su crítica no quede como un golpe seco que nos deje aturdidos, afectados y dolidos, sino más bien para hacernos replantearnos las cosas, para llevar a nuestras conciencias a cuestionarnos sobre ese: «¿Es realmente correcto lo que estamos haciendo con el planeta?». Incluso la presencia de la princesa Mononoke tiene resquicios de realidad, existe en nuestra historia el caso de diversos seres humanos que han sido criados desde su infancia junto a manadas de animales, en la mitología romana Rómulo y Remo, hermanos que crearon Roma, fueron amamantados por una loba, quien les entregó a una familia de campesinos; y la realidad no es menos sorprendente, tal y como vimos con Victor de Aveyron, niño francés que en el siglo XVIII se crió durante largos años entre lobos. Este juego de realidad y ficción es usado por el gran Miyazaki con tremenda maestría y habilidad, ¿Qué es verdad y qué no lo es? ¿Dónde está esa fina línea que separa la ficción de lo real? Quizá este no es un tema que nos toque tratar en esta reseña, sin embargo siempre es interesante plantearnos este tipo de preguntas e intentar darles respuesta por nuestra propia cuenta.
Anexos
A grandes rasgos, he dicho todo lo que considero relevante sobre el film. He tratado de centrarme en algo diferente a lo habitual. También podría mencionar que la banda sonora, compuesta por Joe Hisaishi, se adapta a la perfección a la película y a cada segundo de esta, transmitiendo tensión o sensibilidad en cada momento designado para ello. La animación fue espectacular dada la época en la que se hizo el film. Si comparamos las escenas de la película con la de otras series o filmes del momento, queda bastante clara la superioridad tanto a nivel de animación como de diseño. No me gusta profundizar mucho en estos temas porque no los controlo demasiado, siendo sincero, y es ese apartado que me suele aburrir y desinteresar de las reseñas. Una lectura personal, temática y sobre los personajes es siempre un trabajo mucho mejor, más prolífico y útil, a mi parece, además de entretenido.
Imagen: © Studio Ghibli.